Ni de lluvia ni de mar…
Cuando el viento recorre el mar,
escucha historias que como las olas, vienen y van;
historias que llegan a mi sombrero.
Historias para contar…
Esta historia ocurrió en Margarita, una noche de luna llena, cuando soplaba una suave brisa y todo estaba en calma.
En calma hasta que en la playa los cangrejos comenzaron a gritar
“¡Mi cueva se está inundando! ¡Mi cueva se está inundando!”.
En un momento la playa fue un ir y venir de cangrejos asustados.
En medio de la confusión alguien propuso:
-¡Vayamos a ver al abuelo sabio, quizá él pueda explicar lo que está pasando!
Fueron corriendo y lo encontraron sentadito sobre una roca mirando el cielo.
-¿Abuelo, también su cueva está inundada?
-Sí, sí, y es muy extraño: el agua no es de lluvia, porque no está lloviendo, y tampoco es de mar, porque la mar está en calma. No sé de dónde sale tanta agua.
Si el abuelo sabio no lo sabía, ¿qué podrían hacer?
-Deberían buscar al ratón y al conejo. –Dijo un Alcatraz. Ellos son los mejores detectives de Margarita.
Al principio no quisieron escucharle por la eterna rivalidad que existe entre alcatraces y cangrejos, sin embargo el pánico hizo que se dejaran de lado las rencillas, y fueran juntos a buscar a los detectives.
Cuando les encontraron y comentaron lo ocurrido, ratón y conejo se dirigieron de inmediato al sitio.
Al llegar, inspeccionando las cuevas el ratón dijo:
-Esto es muy, muy extraño.
Y el conejo, probando el agua en el interior de una de las cuevas agregó:
-Sí, muy extraño: el agua es salada pero no es de mar porque la mar está en calma.
El ratón sacó de su morral un lápiz y un cuaderno de notas. El conejo buscó su vieja y potente lupa y, dividiendo la playa en dos “uno para acá” y “el otro para allá” fueron a buscar alguna pista.
Regresaron una hora después. Los cangrejos se reunieron en círculo dispuestos a escuchar.
-Nuestro recorrido comenzó a las 10:00 PM. –dijo el ratón- A esa hora algunos restaurantes tenían sus reflectores encendidos.
-Encendidos y apuntando hacia la playa. –Aclaró el conejo.
-Vimos palos de toldos clavados en la arena.
-Yo no los vi; no los vi y con uno me golpee en las orejas.
-También vimos huellas de carros sobre la arena...
-Pero no vimos ninguna huella de tortuga, cosa que nos pareció muy extraño.
-Sí, es muy sospechoso porque, estando en abril, y siendo noche de luna llena, las tortugas deberían estar aquí poniendo sus huevitos.
-Es verdad, -dijo el abuelo- no sabemos por qué no han llegado.
Los Alcatraces comentaron que ellos, que se alimentan de tortuguillos, habían notado que en los último años había menos porque llegaban muy pocas tortugas a desovar.
-¿La ausencia de tortugas podría ser una de las pistas que nos ayude a encontrar las causas de la inundación? –Preguntó el abuelo. Y agregó: “no sé si esto sirva, pero, durante la inundación escuché el llanto de una niña.
-¿Logró verla? –Preguntó el conejo.
-No. Recorrí toda la playa y no vi a nadie; pero estoy seguro de que era el llanto de una niña.
-Es un caso muy difícil, pero haremos lo posible por resolverlo.
Los cangrejos, más tranquilos con estas palabras del ratón, lentamente fueron regresando a sus cuevas. Los Alcatraces fueron a dormir en la proa de los barcos, y los detectives se despidieron prometiendo regresar al día siguiente.
Alrededor de medio día ratón y conejo llegaron a la playa. Era un sábado de sol radiante. Había mucha gente; algunos jugaban raqueta; otros corrían detrás de una pelota. Los adultos conversaban y reían…; todo el mundo parecía divertirse, todo el mundo menos un niño y una niña que estaban sentados en la arena mirando el mar con carita triste.
El conejo se les acercó, estiró las orejas y escuchó lo que hablaban.
De regreso dijo:
-Son hermanos. Viven cerca de la playa. Desde hace dos años vienen a recibir a las tortugas que ponen sus huevitos en la arena, y cuando nacen los tortuguillos, los acompañaban hasta el mar.
-¿Averiguaste por qué están tristes?
-Sí: porque creen que este año no vendrán las tortugas.
El ratón vio que los niños se ponían de pie, entonces propuso seguirlos para ver a dónde vivían y obtener quizás alguna pista.
A los pocos minutos llegaron a la casa de Andrés y de Sofía (que así se llaman los hermanos); dieron una vuelta por los alrededores y sin notar nada extraño, se instalaron discretamente en el jardín.
Al atardecer organizaron el plan para la noche.
-Amigo, de los dos tú eres el más rápido –dijo el conejo-, deberías ir a vigilar la playa mientras yo me quedo aquí atento a lo que pase.
-¡Buena idea! Si allá ocurre algo, vendré inmediatamente a informarte.
Entonces el ratón se fue a la playa y el conejo se quedó en el jardín.
Todo estuvo tranquilo hasta que el conejo creyó escuchar la voz de Sofía. Se asomó a la ventana y la vio dormida pero agitada por un sueño, o más bien, por una pesadilla. Cuando estaba anotando la hora exacta en su cuaderno, Sofía despertó gritando: “¡no vendrán, no vendrán, este año las tortugas no vendrán!” y comenzó a llorar, a llorar, a llorar desconsoladamente.
En ese mismo momento, pero en la playa, los cangrejos asomando sus cabezas por encima de las cuevas comenzaron a gritar:
-¡Nos inundamos! ¡Otra vez inundamos!”.
El ratón vio muchísima agua saliendo de las cuevas; no era agua de lluvia, porque no estaba lloviendo; tampoco era de mar, porque la mar estaba en calma. Anotó la hora en su cuaderno y de inmediato corrió a avisarle al conejo, quien, después de escucharle preguntó:
-¿A qué hora comenzó la inundación?
-Déjame ver, lo tengo en mi cuaderno: eran las 11:30 PM.
El conejo mirando su cuaderno dijo:
-Amigo, a esa hora Sofía comenzó a llorar.
–¿Sugieres que Sofía…, que son las lágrimas de Sofía las que inundan las cuevas?
-Sí, no tengo otra explicación.
Ambos se asomaron a la ventana para ver si Sofía aún seguía llorando, y estupefactos vieron aparecer dentro del cuarto una ola gigantesca que cubrió a los dos hermanos por completo.
En segundos, Andrés y Sofía giraban dentro de la ola, pero tranquilos y profundamente dormidos.
-¿Por qué llora, mi niña, por qué llora? –Preguntó una voz muy suave.
-Por las tortugas; extraño a las tortugas; dijo Sofía. No sé por qué este año no han venido.
Entonces dentro de la ola apareció una enorme tortuga Cardón que abrazó a Sofía diciendo:
-Las luces sobre la playa nos confunden. Los palos de los toldos nos lastiman. Los carros en la arena destrozan nuestros nidos. Así no podemos regresar.
Se hizo un gran silencio y la ola desapareció tan misteriosamente como había venido.
Andrés y Sofía reaparecieron en sus camas como si nada hubiera ocurrido.
Una vez que nuestros detectives comprobaron que los dos hermanos estaban sanos y salvos, fueron hacia la playa y explicaron a cangrejos y alcatraces lo que habían visto.
Después de escuchar, el abuelo preguntó:
-¿O sea que si no regresan las tortugas, la niña seguirá llorando y las cuevas se seguirán inundando?
-Sí, abuelo, así parece ser.
-O sea que si no regresan las tortugas –dijo un alcatraz- nosotros tendremos cada vez menos alimentos?
Ratón y conejo asintieron moviendo la cabeza.
Una mamá cangrejo, y algunos Alcatraces asustados preguntaron:
-¿Cómo haremos para que regresen las tortugas?
-No lo sé, –dijo el abuelo; y con lágrimas en los ojos agregó-: si no regresan, cangrejos y alcatraces tendremos que abandonar esta playa para siempre”.
A la mañana siguiente de aquella extraña noche, Sofía llevó a Andrés hacia la playa. Le mostró las luces encendidas, los palos de los toldos, las huellas de los carros sobre la arena y dijo:
-Es por esto que no vienen las tortugas.
-¿Qué podemos hacer? –Preguntó Andrés.
-No lo sé, hermano, no lo sé. –Dijo Sofía, y ambos se quedaron sentaditos en la arena, muy tristes mirando hacia el mar.
En eso, un cangrejito que estaba por ahí trepó por la pierna de Sofía. Se instaló sobre su rodilla y comenzó a brincar diciendo: “lis ridis, tinin qui isir lis ridis piri silvir i lis tirttiguis”
Los hermanos se miraron sorprendidos. No entendieron una sola palabra. El cangrejito volvió a repetir:
-“lis ridis, tinin qui isir lis ridis piri silvir i lis tirttiguis”
Como Andrés y Sofía seguían sin entender, el cangrejito salió corriendo y a los pocos minutos regresó con una red en sus pinzas.
Otra vez trepó a la rodilla de Sofía y sacudiendo el pedacito de red dijo: “lis ridis, lis ridis, tinin qui isir lis ridis piri silvir i lis tirttiguis”.
Andrés seguía sin entender nada, pero Sofía dijo:
-Cangrejito ¿Es algo con las redes?
-Sí, sí. Lis ridis, lis ridis.
Entonces Sofía dijo a su hermano:
-Creo que “lis ridis” son “las redes”.
¡Sí, sí: lis ridis sin lis ridis!
-¡Creo que ya entiendo! –exclamó Sofía.
Y como Andrés la mirara sorprendido, agregó:
-Me parece que los cangrejos hablan todo con la letra “i”
-¡Sí, sí, hiblimis quin li i.
Entonces Sofía pidió que repitiera todo de nuevo,
y esto fue lo que dijo el cangrejito:
-Yi diji
-Yo dije –tradujo Sofía.
-Tiinin qui isir lis ridis
-Tienen que usar las redes…
-Piri silvir i lis tirtiguis
-Para salvar a las tortugas…
-¡Sí, sí! “lis ridis piri silvir y lis tirtiguis!”
-Hermana, esto no puede ser: -dijo Andrés- las redes en el mar atrapan a las tortugas y provocan su muerte, ¡él está equivocado!
El cangrejito dando brincos y tomándose la cabeza dijo:
-Isis ridis ni; isis ridis ni.
-Si no son esas redes –dijo Sofía- ¿cuáles son?
-fisbic. Titir, instigrim y yitib
Ya va, ya va –dijo Sofía- vayamos una por una.
Entonces el cangrejito repitió:
-Fisbi
¿Facebook?
-Si. Fisbik y Titir
-Twiter?
-Sí. Titir i Instigtrim
-Instagram?
-Sí. y yitib y tip-tip
-¿Youtube y tip-top?
-Sí; fisbic y yitib, instigrim tip tip y titir”
-¡Facebook, youtube, Instagram, tipo top y twiter!
-Genial! –Dijo Andrés- Usar las redes sociales para salvar a las tortugas
Y atropellándose para hablar dijeron:
-Crearemos un grupo de whatsapp con todos nuestros amigos.
-Subiremos fotos de tortugas y de tortuguillos.
-Pediremos que compartan y etiqueten. .
-Haremos una campaña para que todos comprendan la importancia de cuidar la playa, a los alcatraces y a las tortugas.
Y dando las gracias al cangrejito, salieron corriendo para poner el plan en marcha.
.
-Y si no hacen caso a eso –dijo el abuelo al enterarse- con nuestras pinzas cortaremos los palos de los toldos.
.Con nuestros picos cortaremos los cables de las luces –dijo un alcatraz.
-Y de ser necesario, -concluyó el abuelo- morderemos a los que no respeten a las tortugas.
-Nosotros, por nuestra parte –dijeron varios alcatraces- sobrevolaremos la playa y haremos pupú sobre la cabeza de los irresponsables.
Por suerte nada de esto fue necesario. En un mes, Andrés y Sofía, junto a un montón de amigos, pusieron carteles por todos lados explicando la importancia de respetar el ecosistema, y dejar espacio a las tortugas que desde hace miles de años vienen a poner sus huevitos en las playas de Margarita.
Gracias al trabajo en equipo, a los carteles y a la campaña hecha en las redes, al año siguiente regresaron las tortugas.
Sofía dejó de llorar en sueños y las cuevas ya nunca más se inundaron.
Y cariaquito amarillo, cariaquito morado, este cuento ha terminado.
.
.
.
.
.
Excelente relato.....ayenta hasta el final.....me emociono !!!!! Quiero un sombrero para mi jardín!!!!!!!
ResponderEliminarHola. Gracias por el comentario. Creo que funciona con cualquier sombrero que pongas bajo un arbol... Entretanto..., ya puedes descargar el audio de La Moneda de Oro.
EliminarNi de lluvia ni de mar... me encantó...
ResponderEliminar